CON HUMOR
2019
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PARA LOS QUE COMIENZAN A CORRER
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LA HIDRATACIÓN
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Si han tenido la suerte de
formar parte de alguna prueba de ultrafondo, como parte de la organización o
como participantes, habrán podido observar cómo muchas horas de entrenamiento se truncaban al no
poder llegar a la meta (o llegar en estado lastimoso, o cómo la recuperación
tras la carrera resultó más larga y penosa de lo esperado), en unos casos por causas que se escapaban
al control del corredor (una lesión, aunque habría que pararse a estudiar si
realmente esa lesión era producto de un mal entrenamiento, un incorrecto
calzado,… pero no es eso lo que nos ocupa ahora) y, en muchos otros debido a
causas completamente controlables como puede ser la hidratación (o la
nutrición, la correcta elección del
calzado o los calcetines, llevar consigo algo de vaselina o apósitos para las
bolsas de los pies – tipo compeed-, y un largo etcétera).
Por
desconocimiento o por no otorgar la importancia que merece, muchos corredores
o andarines (aquellos que realizan las pruebas caminando) no se hidratan
correctamente ni previenen los problemas asociados a la deshidratación. La pérdida de una pequeña cantidad de
líquido corporal, una leve deshidratación, provoca una bajada en el
rendimiento que va a influir negativamente en la posibilidad de alcanzar
nuestro objetivo (llegar a la meta en un tiempo determinado o,
simplemente llegar).
El
agua es el componente más abundante en el ser organismo humano (aproximadamente
un 65% - 70% de nosotros es agua). Alguien podría preguntarse: …si tengo
tanta agua ¿para qué preocuparme? Vale, la respuesta es bien sencilla, es una
cuestión de equilibrio: el equilibrio hídrico y electrolítico resulta crítico
para el mantenimiento de la salud y para optimizar el rendimiento durante el
ejercicio, de lo que se deduce que hemos de hacer lo posible por mantener
estable ese porcentaje de agua (y
El
agua hace que las células del cuerpo conserven su forma y tamaño, al mismo
tiempo que ayuda al aparato digestivo a transportar y abastecer nuestro
organismo de las materias primas que necesita. Dentro de sus funciones más
importantes destacaremos:
- Transporta las
sustancias nutritivas y los desechos en nuestro organismo.
- Lubrica las
articulaciones de nuestro cuerpo.
- Mantiene
estable la temperatura de nuestro cuerpo.
Como puedes deducir, todas estas
funciones son demandas en mayor medida durante la actividad física.
Si llegáramos a perder el 10% del
contenido de agua, nos expondríamos a muchos problemas, y una pérdida del 20%
podría ser mortal si no se trata a tiempo y adecuadamente.
El problema comienza cuando la pérdida de
agua es de un 5% del peso corporal (Cuevas 1999).
Las pérdidas que aquí se relacionan lo son
respecto al peso corporal inicial (aunque la pérdida no es exclusivamente de
agua, ya que también estamos consumiendo nuestras reservas energéticas de
carbohidratos y grasas).
Probablemente hayas padecido más de uno
de estos síntomas sin saber a qué eran debidos, achacándoselos a la falta de
entrenamiento y al agotamiento normal relacionado con la práctica física, Los
estudios realizados hasta ahora no muestran la cantidad idónea de líquido y
electrolitos que debemos ingerir, ya que depende de muchos factores como la
edad del sujeto, el entrenamiento, el peso corporal, la temperatura y la
humedad ambiental, las horas de competición,…), pero sí concluyen que
consumir las cantidades adecuadas de líquido
representa el mejor y más importante método para prevenir la aparición
de la deshidratación (cada uno debería estimar sus necesidades en función de
las condiciones ambientales y la experiencia).
Tratándose de deportistas, las pérdidas
hídricas están muy aumentadas,
al haber más actividad muscular hay mayor gasto energético y, por lo tanto,
mayor producción de calor, por lo que se incrementan notablemente los
requerimientos de agua para refrigerarnos y producir energía. En condiciones
extremas, dichas necesidades pueden aumentar 5 ó 6 veces por encima de
lo normal (Iturriza y cols., 1995)
Tabla 2.
Aportes y pérdidas de agua de una persona sedentaria (citado por
Azael J., González A. y García
D. “La hidratación del deportista”,
2003).
Existen varios métodos para averiguar el
estado de deshidratación en el que nos encontramos, pero de entre todos ellos
hay dos que son fácilmente aplicables durante la competición: el control del
peso corporal y el control del color de la orina. Ninguno de los dos es un
método científico, pero nos puede orientar a falta de otros métodos.
Respecto
a la orina, deberíamos tener en cuenta la cantidad de veces que lo hacemos y
el color de la misma (si el color es oscuro puede ser síntoma de
deshidratación). La hidratación es pues de vital importancia si queremos
aumentar las posibilidades de éxito en la culminación de una prueba
deportiva, más aún cuando esta es de ultra – resistencia (sea cual fuera el
tiempo invertido en acabarla).
Otra patología que no queremos pasar por alto, es la hiponatremia
(conocido también como envenenamiento por agua). Esta ocurre por una
disminución en las concentraciones de sodio (Na: natrum) en el organismo por
debajo de los límites fisiológicos. Puede deberse a un exceso de líquido o a
una cantidad insuficiente de Na (por gran pérdida a través del sudor).
Curiosamente puede presentarse en deportistas que ingieren más agua de la que
necesitan (solamente agua sin sales minerales), provocando una dilución de
sales en el organismo que provocan prácticamente los mismos síntomas que la
deshidratación. Por lo que paradójicamente se vuelve tan malo deshidratarse
como hidratarse en exceso. Por el contrario, un exceso de sales (consumo en
pastillas de sodio o potasio) pueden llevar un organismo hidratado a la
deshidratación ya que estamos saturando el agua de la que disponemos.
Es difícil mantener una buena hidratación en condiciones extremas
o de competición. Es esencial beber una gran cantidad de agua, sí, pero también
lo es controlar la ingesta de sodio. Si consumes demasiada agua y no el suficiente
sodio o viceversa, puedes fácilmente desequilibrar tus electrolitos; llegado
ese momento la carrera empieza a ir cuesta abajo (y no precisamente por el
desnivel negativo…).
Por ello el consumo de bebidas energéticas puede ser una forma
de amortiguar los efectos negativos ya que la concentración de sales
minerales e hidratos de carbono de los preparados comerciales vienen ajustados
para condiciones de actividad física.
Como
norma general se aconseja beber cada 10 ó 15 minutos, sin esperar a la tener
sed. Lo ideal es tomar la bebida fresca pero no fría (10-15º C), antes, durante
y después del ejercicio, en sorbos de 100-150 ml.
A mayor sudoración, más agua y sales minerales hay que reponer. Debemos evitar la ingesta de bebidas con cafeína antes del ejercicio ya que tienen efectos diuréticos que pueden acentuar la deshidratación (en la orina se pierde sodio y otros iones, pero si se utilizan diuréticos junto con el agua, se eliminan cantidades importantes de sodio, potasio y magnesio - Cuevas, 1999- ). Deberíamos tener los líquidos en recipientes de fácil acceso (bolsas de hidratación – tipo camelback- o bidones). Incluso cuando no estamos sudando nos hace falta agua (aunque en menor cantidad), por lo que debemos cuidarnos cuando entremos en zona oscura durante la prueba o el entrenamiento (la disminución de la sudoración y el cansancio hacen que tengamos menos sensación de sed, pero aun así hemos de controlando la ingesta de líquidos). |
viernes
lLA IMPORTANCIA DE LA HIDRATACIÓN
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